¿CÓMO CONTAMOS UN PROYECTO EN PUBLICO?

Tienes 15 minutos… 

¿Por qué cuesta tanto comunicar bien nuestro proyecto ApS frente a un público, de forma que se entienda a la primera? 

Frecuentemente asistimos a presentaciones muy mediocres de proyectos excelentes y da bastante rabia que, siendo tan buenos, no se puedan lucir ni valorar lo suficiente. Es como si nos sirven una paella exquisita en un plato de plástico desechable: ¡una pena! 

Más allá de cuestiones personales (timidez, nervios, escasa preparación, falta de práctica en hacer este tipo de exposiciones, etcétera), lo que ocurre muchas veces, al igual que cuando redactamos, es que no nos ponemos en el lugar del público y acabamos contando lo que a nosotros nos interesa, no lo que desean las personas que nos están escuchando.

Vamos a imaginar lo que sucede y cómo mejorarlo en una situación típica: 

Tienes 15 minutos para presentar tu proyecto, en un panel donde hay otras dos experiencias más a presentar. 

Principales fallos a la hora de exponer el proyecto ApS 

Sobrevalorar la necesidad de introducir el contexto. Empezamos «por la Prehistoria» y luego no nos da tiempo de nada: ¿cuántas veces como público te han intentado contar una experiencia subrayando en exceso todos los condicionantes previos? «Que si quién es nuestro centro, que si dónde estamos, que si cuántas cosas estupendas hacemos cada año, que si cuál es nuestra misión…» Van volando los minutos y el ponente no ha dicho todavía de qué trata el proyecto. Cuando finalmente llega a ese punto, ya no queda tiempo. ¡Mal, muy mal! El encargo era cuéntanos el proyecto y no muéstranos lo maravilloso y sólido que es tu centro. 

No aportar imágenes valiosas. Somos una civilización amiga de las imágenes. Puesto que lo que nos piden es una exposición de una experiencia pedagógica práctica —es decir, que no es un recital de poesía— es muy conveniente facilitar la comprensión aportando algunas imágenes significativas. ¿Cuáles no lo son? Pues, por ejemplo, fotos estáticas de niños y niñas al acabar el proyecto. ¿Cuáles son valiosas? Pues, por ejemplo, fotos de niños y niñas manos a la obra, haciendo cosas, junto con las personas destinatarias… justo las imágenes que ayudarán a entender el proyecto. 

No dejar suficientemente claro cuál es el servicio y qué necesidad social atiende. Muchas veces nos perdemos describiendo el contexto o detallando profusamente los aprendizajes… y, en cambio, el servicio que hacen los niños y la necesidad social que lo justifica —¡lo más representativo en el ApS!— queda absolutamente miniaturizado. Como conclusión, parece que estamos exponiendo un trabajo de campo o una investigación maravillosa, pero no un proyecto de aprendizaje-servicio.

No contarlo la persona adecuada. Bueno, esto es bastante desesperante. Ocurre cuando el ponente dice aquello de «Fulanito, que es quien ha desarrollado el proyecto, no ha podido venir y me ha encargado a mi que lo cuente». Es casi lo mismo que decir: «Tengo todos los números para que no me salga bien y no quedéis satisfechos con la explicación.» Si por desgracia Fulanito no puede venir, impregnémonos de la pasión y autenticidad que hubiera puesto y no alarmemos al auditorio: el público nos está regalando 15 minutos de su valioso tiempo. Esto merece un respeto. 

¿Qué queremos que pase? 

Al plantearnos una presentación, lo primero siempre es pensar cuál es nuestro objetivo: qué queremos que suceda. 

La respuesta nos indica el por qué de nuestra presentación en público. 

Si lo único que pretendiéramos fuera informar a los asistentes, ni siquiera haría falta una exposición oral: con dos fotocopias y el enlace del proyecto o de la web del centro ya sería suficiente. 

Pero informar no es la única finalidad ni la más importante cuando presentamos un proyecto ApS a un auditorio. Lo que queremos suele ser: 

  • Contagiarlo nuestro entusiasmo por lo que los niños y niñas son capaces de hacer. 
  • Convencerlo de que nuestra experiencia es viable y replicable.
  • Animarlo a que desarrollen esta u otras prácticas de aprendizaje-servicio… 

Por tanto, hay que modular la explicación del proyecto a los objetivos que nos planteamos. Vamos por partes:

¿Por dónde empiezo?

Una narración desordenada es desmoralizante. El público está ávido de escuchar y comprender buenas prácticas: ¡no se lo pongamos difícil! Aquí tenemos una propuesta de orden, partiendo siempre del hecho que dispone- mos solo de 15 minutillos: 

  1. Empecemos por señalar cuál es el problema o necesidad social que justifica el proyecto. La necesidad social se refiere a déficits, retos o problemas detectados en el entorno, no a las necesidades educativas que tienen los chicos y chicas (esto ya lo explicaremos más adelante). Por ejemplo: el abandono y deterioro de las zonas verdes; la soledad y aislamiento de los ancianos; el auge de sentimientos racistas en el barrio; el desconocimiento del patrimonio arquitectónico por parte de los vecinos… 
  2. Describamos, a continuación, el servicio a la comunidad que hicieron los chicos y chicas, es decir, la respuesta al problema social que hemos mencionado. No digamos vaguedades ni usemos términos demasiado abstractos: un servicio a la comunidad es una acción concreta, que se puede ver e, incluso a veces, tocar. Indiquemos, siempre que podamos, los resultados tangibles. Hagamos que, de entrada, los asistentes imaginen a nuestros chicos y chicas «con las manos en la masa». Esa imagen va a ser el ancla a la cual vamos a poder amarrar el resto de detalles de la presentación. Por ejemplo: Frente a la necesidad social de disfrutar de zonas verdes en zonas urbanas, nuestros chicos y chicas apadrinan el parque público cercano al centro: colaboran con los jardineros en tareas de conservación y cuidado de las plantas, denuncian el deterioro que observan, elaboran y difunden entre el vecindario normas de uso para su buen mantenimiento, etcétera. 
  3. Contemos quiénes fueron nuestros socios, con qué entidades sociales o instituciones llevamos a cabo este servicio: quiénes son, qué aportaron al proyecto, qué hemos ganado con esta relación. Siguiendo el ejemplo anterior: Nuestro socio fue la brigada municipal de parques y jardines, que nos guió y acompañó durante todo el proyecto, así como las asociaciones de vecinos que se prestaron a organizar en su sede actos donde los chicos y chicas pudieron difundir lo que estaban haciendo, su compromiso y la colaboración que piden para mantener el parque

4.-Citemos los aprendizajes que se querían fortalecer y la materia donde se ubicaba la experiencia. No tendremos tiempo de entrar
en detalles, se trata solo de visualizar el valor
pedagógico del proyecto. Por lo tanto, ciñámonos a máximo 3 ó 4 aprendizajes clave. Contemos también el resultado educativo que pudimos comprobar, en qué vimos la mejora. Por ejemplo: El proyecto se ubicó en la materia de Ciencias Naturales y nos centramos en la observación y descripción de ciclos vitales en animales y vegetales presentes en el parque; en las conductas de valoración y respeto hacia la naturaleza en medio urbano; y en las habilidades comunicativas enfocadas a la difusión y defensa del parque. 

5.-Formulemos conclusiones y «lecciones aprendidas». Al público le interesa conocer el balance: ¿salió todo bien?, ¿cambiaríamos alguna cosa la próxima vez?, ¿qué recomendaríamos a quienes quisieran copiar el proyecto? Compartir los fallos y limitaciones de la experiencia aporta muchísimo valor a la presentación, la hace viva, auténtica e inolvidable. 

¿Y si tuviéramos más tiempo? 

Bueno, en ese caso podemos presentar el centro educativo / entidad que promueve la experiencia, describir prolijamente el contexto del barrio donde se realiza, detallar aspectos organizativos, el calendario de actividades, herramientas de evaluación, etcétera. 

¿Cómo lo hago? 

Una cosa es que tengamos claro QUÉ queremos contar y en qué orden, y otra es tener claro CÓMO hacerlo.

Por eso no basta con que sea un buen proyecto: igual que la comida exquisita, no la vamos a servir en un plato de plástico. Todos somos más felices si, aparte de buenas, las cosas son bonitas.

Elaborar un envoltorio adecuado para un buen proyecto es divertido y creativo. Por breve que sea nuestra intervención, tiene que poder cautivar al público, por lo tanto: 

  1. Probemos a narrar la experiencia junto con algún niño o niña protagonista. Si nuestro objetivo es contagiar, convencer y animar al público, nada mejor que la participación activa del alumnado para con- seguirlo. Si eso no es posible en el panel al que nos han invitado, por lo menos podemos recoger y proyectar su testimonio en un vídeo breve de dos minutos: serán los dos minutos centrales de nuestra presentación y aquello que el público recordará con más cariño. 
  2. Intentemos pasar del Power-Point y proyectemos imágenes u objetos impactantes: dado que disponemos solo de 15 minutos, nos sale más a cuenta pasar un vídeo breve de la experiencia. Si este tiene una duración superior a los 5-6 minutos, proyectemos solo lo más esencial. Acompañemos la síntesis del proyecto de alguna imagen que sea realmente muy significativa: por ejemplo, si los niños y niñas han construido cajas nido para que aniden los carboneros que se comen las orugas, podemos proyectar una imagen de un bosque afectado por esta plaga, de un nido de orugas, de una niño o niña construyendo la caja nido, etcétera. Pero también podemos llevar al evento una caja nido auténtica y mostrarla al público. 
  3. Narremos y dramaticemos en lugar de contar y describir: compartir anécdotas, reproducir diálogos, poner voz a los actores diversos que intervienen en el proyecto: los niños y niñas, las personas desti- natarias, las entidades sociales de la comunidad… Si nos han pedido que contemos una experiencia, nadie espera que nos pongamos a teorizar: tenemos que contar una historia real, atractiva y rica en matices, que permita, eso sí, reflexionar. 
  4. Relajémonos, divirtámonos y disfrutemos, seamos nosotros mismos, ¡nadie nos está juzgando! Nuestro objetivo no es lucirnos, sino que luzca el proyecto que los chicos y chicas han sido capaces de sacar adelante. 

No se improvisa 

¡Dejemos a los genios la improvisación! 

Las personas normales, que somos la mayoría, necesitamos preparar las presentaciones.Bueno, sí que podemos improvisar, pero solo después de haber trabajado mucho la presentación y tenerla muy, pero que muy por la mano. 

Por tanto: 

  1. Recordemos cuál es el objetivo de nuestra intervención, lo que queremos que pase (el POR QUÉ). 
  2. Ordenemos nuestro discurso (el QUÉ) entorno a máximo tres o cuatro grandes ideas. 
  3. Busquemos e incorporemos los elementos
    que lo enriquecen (el CÓMO): imágenes, anécdotas, objetos… ¿puede acompañarte algún niño o niña? 
  4. Ensayemos y cronometremos nuestra intervención: solo así aseguraremos que vamos a respetar el tiempo de los otros ponentes. 

(Roser Batlle, Josemari Aymerich, Rafa Mendia, Javier Torregrosa, Cuéntanos tu proyecto ApS. Edebe-Red Española de Apredizaje Servicio. Pgs 53-59)